Culturalmente, establecemos unas proyecciones, si no, el cine no existiría. Basándose en esta premisa, un importante cineasta soviético llamado Lev Kuleshov realizó una serie de experimentos, además de películas, para comprobar la relación entre los planos.
En el ejemplo vemos tres situaciones. Siempre tenemos al mismo personaje, mirando con un rostro más o menos neutro, lo siguiente: un plato de sopa, una niña en un ataúd y una mujer en un diván.
- El plato de sopa: demuestra hambre
- La niña: demuestra pena por la infante muerta
- La mujer: demuestra pasión sexual
Hay una relación espacial, porque si el actor está en un lugar y los objetos en otro, hay una continuidad espacial. El espectador lo que hace es relacionar las imágenes espacialmente y, por eso, el personaje puede mirar los objetos. Así, se plantea a un personaje que se sacó de una película y tres escenas que no tienen ninguna relación.
Así, el espectador establece un nexo básico en el que dota de sentido al rostro de personaje (manifiesta hambre, tristeza, deseo).